viernes, 13 de enero de 2012

De caminantes





I


Cierra el libro de Becquer,
conviértete en caminante.
Amarra bien tus tenis y toma las llaves:
la calle te está llamando.

¿Que no sabes qué escribir?
Pues welcome to the jungle;
es el paraíso, el purgatorio, la caja de Pandora.
Acabas de entrar al buffet.

Bien, ahora piensa lo que quieres decir,
es la primera parte del viaje.
Después hallarás el cómo,
es cuestión de paciencia y trabajo.

[Al estilo se le teme más de lo que se debería]

Estás en la zona de los desnudos,
vas a mirar, serás mirado
     [Así es esto, ni modo].
Es la calle y verás a gente ir y venir;
con suerte, también verás uno que otro caminante.



II



La ciudad se extiende
imperiosa y arrogante.
Contempla el verde de los edificios,
atiende al semáforo antes de cruzar.

Aguza los sentidos para estar alerta
-hasta el aire tiene algo qué decir-.
Mujeres, niños, viejos charlando en los portales,
hay que observarlo todo.

Caminar como herramienta para la creación.
[Tan efectiva como el licor, la cannabis y el insomnio]

Caminante, siéntate junto a una fuente,
vuélvete predador y mira:
hay una mujer hermosa por allá, pelirroja y de piel clara;
seguro espera a alguien, irán a comer

Al verla, quizás lleguen a tu mente imágenes de otros días,
de esos caminos que recorriste alguna vez o que nunca pisaste
    [La intención la tenías, no fue cosa tuya],
o tal vez de ése que quieres conocer y lo miras en tus sueños.
En todo caso, encenderás un cigarrillo y verás, verbigracia:

La imponente montaña, y su inalcanzable cima,
sembrada de Orquídeas fragantes.

La soberbia isla Idalia, de las hijas de Venus,
las de ojos hermosos y mirada profunda.

El cielo surcado por aviones Falfán de combate,
que orgullosos vuelan cerca de los dioses sin tocarlos.

La Ciudad roja, la melodiosa y refulgente Córdoba;
dueña del Lago y sus sirenas sensuales y temibles.

El mar azul Nath, cambiante y furioso.
El retorno a la tierra natal, el mar vedado.

Termina el cigarrillo, no hay prisa
   [enciende otro si gustas],
escribe un poema o dos a aquellos viajes;
luego, sigue tu camino, no te estanques.
Hay mucho más que ver... y la chica ya se ha ido.


III


“Es esa clase de guerra” dice Bukowski,
“la creación duele”.
Es la última parte del viaje,
introducirte en el laberinto, en busca de Minotauro.

Caminas de regreso a casa, has visto no-sé-cuántas cosas
y todo te ha generado emociones:
ira, felicidad, tristeza, euforia... no sé.
Si al menos una te hace escribir, vas por buen camino.

Ahora, la prueba de fuego:
desciende a los infiernos para poder elevarte.
La poesía es también mirar en uno mismo,
es caminar ese sendero pedregoso, sin titubear, sin arrepentirse.

[No te creas eso de los poemas que nacen hechos,
hasta el diamante debe pulirse, trabajarse.]

Y no, esto no es un manual, claro que hay otros caminos.
Puedes ignorar al loco que fuma mientras mira a la gente pasar.
Si sigues esto al pie de la letra, no eres poeta,
puedes quitarte los tenis y regresar a leer tu libro de Becquer.

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